16 septiembre 2010

En las profundidades del alma...

Me incorporo a la vida en este nuevo despertar
Expandiendo mis sentidos
Me dejo provocar,
Con recuerdos que incitan mi presente,
Voy viajando,
Voy viajando a mi tierra majestuosa,
Aquí los verdes contrastan con el azul de cielo,
Donde la imponente cordillera de los andes
Se puede ver con nitidez y sin smog
Y el descabezado del Maule me espera
Majestuosa como una postal en la que me indica...
Voy llegando!
Voy llegando a la cuna de mis raíces
En la calidez de las miradas...
Voy viajando al alba
Para disfrutar de estas fiestas patrias
Junto a la familia.

14 septiembre 2010

Colabora con el mapa

Colabora con el MapaEste Bicentenario, compartamos las picadas y eventos de Fiestas Patrias en todo Chile (o en el mundo). Comenzamos con algunas de las actividades Chile Bicentenario, pero necesitamos tu aporte para crear el mapa dieciochero más completo de la red.
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10 septiembre 2010

Participante Nº 070


10/09/2010 Ahora estamos en chala en la costa peruana. te adjuntamos un par de fotos, una de Machu Pichu y otra del Parque Nnatural de Paracas de hoy por la mañana.
Un saludo,
David y Borja Calderón - Nº 070

06 septiembre 2010

en el Perú

desde la Amazonia

"Ya estamos en Puerto Maldonado en Perú, esperamos cruzarnos con la caravana mas o menos a la altura de Cuzco".-
David y Borja Calderón
Piloto Nº 70

La vida por un sueño

Conteniendo la respiración, sin pestañear, oculto entre la sangre de 72 cadáveres, con una bala en su cuello y a sólo 180 kilómetros de alcanzar un sueño: Estados Unidos. Lo que pudo pasar por la mente de ‘Freddy’ la tarde del martes en un rancho al noreste de México es, de momento, tan árido como el paisaje donde este inmigrante ecuatoriano contaba los minutos que le quedaban de vida rodeado de algunos de los sicarios más sanguinarios de México.

La única fotografía distribuida por la prensa internacional presagia lo peor: un joven de 18 años dormido en la habitación de algún hospital, con los párpados hinchados, el torso lleno de vendas y totalmente desvanecido. Freddy Lala Pomavilla es testigo protegido y el único superviviente de la mayor matanza perpetrada por el crimen organizado en un país con 28.000 muertos en cuatro años derivados de la guerra contra el narcotráfico.

A pesar de vivir cada día con la muerte en los talones, el pasado martes la crueldad llegó al paroxismo y dejó sin aliento al país. De golpe, 52 hombres y 14 mujeres fueron encañonados por un grupo de secuestradores supuestamente pertenecientes al cartel de Los Zetas, un sanguinario grupo de sicarios ‘aficionados’, entre otras cosas, a colgar las cabezas de sus víctimas por los puentes y plazas públicas de la geografía mexicana.

A la espera de que identifiquen los cuerpos, y basados en el testimonio de Freddy, las autoridades afirman que las víctimas son inmigrantes procedentes de Brasil, Ecuador, El salvador y Honduras. Los 73 inmigrantes fueron secuestrados y transportados a un rancho en la localidad de San Fernando, estado de Tamaulipas, cuando trataban de alcanzar la frontera que une México con Estados Unidos. Según el testimonio del joven ecuatoriano, sus captores trataron de extorsionarles, pidiéndoles dinero primero, y ofreciéndoles trabajo como sicarios después. Su negativa fue una sentencia de muerte para todos. También para los delincuentes.

Faltó una bala para matar a un naufrago entre ese mar de cadáveres. Freddy conservaba un aliento de vida que aprovechó para levantarse y caminar varios kilómetros por tierra desconocida hasta llegar a un control policial. Las pocas palabras que logró transmitir a las fuerzas de seguridad mexicanas son simples y desgarradoras: “escuché gritos, súplicas, disparos…”

Esa misma noche unidades de la armada mexicana cercaron el rancho con ayuda de helicópteros. Murieron tres secuestradores y un marino. Un menor de edad era detenido mientras los militares encontraban los cuerpos sin vida de los 72 inmigrantes amontonados en una bodega.

Todo comenzó con una ilusión que Freddy alimentaba en una casa de adobe en su aldea natal de Zer, una olvidada localidad de agricultores al sur de Ecuador, sin agua potable, sin alcantarillado… sin nada. Freddy esperaría hasta cumplir los 18 años, sacaría su pasaporte y prometería 11.000 dólares a un coyote para que le llevara a Estados Unidos con una mochila al hombro y su deuda a cuestas. Lo habían hecho decenas de amigos, lo habían hecho sus padres. Él no era menos. Hace un mes le comunicó a su mujer, sólo a ella, que había llegado la hora. “Me llamó hace una semana para decir que estaba bien, que llegó a Guatemala y que iba a seguir viajando”, relataba el pasado miércoles Angelita Lala, esposa de Freddy, al diario ecuatoriano El Comercio.

Freddy pretendía reunirse con sus padres en Estados Unidos para ayudarles a pagar una deuda de 9.000 dólares que desde hace siete años tenían pendiente con sus coyoteros. Estaban desempleados y apenas enviaban 50 dólares al mes, pero el sueño americano tarda en diluirse. Freddy mandaría dinero para alimentar a su mujer y una hija de cuatro meses que crecía en su vientre. Era el consuelo del matrimonio después de que su primer hijo muriera cuando todavía no había cumplido un año. Las desgracias no acabaron ahí. Faltaban 180 kilómetros para llegar a Texas cuando los supuestos miembros del cartel de los Zetas se cruzaron en su camino y en el de todos sus compañeros de viaje. Acabaron sepultados por las balas. Sólo él sobrevivió.

Más de 200.000 latinoamericanos como Freddy cruzan cada año la frontera sur de México con la esperanza del alcanzar el sueño americano. Aunque poco o nada importan para los gobiernos de sus respectivos países, sólo cuando llegan a México empiezan a comprender lo que significa la vida en territorio de nadie. “Reciben palizas, son extorsionados y sometidos a abusos sexuales, muchas veces ante la complicidad de las fuerzas de seguridad local, estatal o federal. Los vemos llegar cada día subidos en ese tren de mercancías. Muchos llegan llorando porque han vivido una pesadilla que nunca olvidarán”, afirma el padre Alejandro Solalinde, responsable de la Casa del Migrante en Ixtepec, en el estado sureño de Oaxaca.

Entre las grabaciones recogidas en el refugio de migrantes “Hermanos en el Camino”, se encuentran mujeres que relatan entre lágrimas como hombres con aliento a pulque hacen cola ante ellas para violarlas. Pero la del migrante parece la condena de Sísifo. Ellos continúan caminando, quizá porque nada es peor que su vida en Guatemala, Honduras, El Salvador, o la pequeña aldea de Zer, donde sólo les espera una larga agonía de treinta años viendo cómo sus hijos pasan hambre y ellos se queman el corazón pensando que no son nada. Caminan horas y horas con la amenaza suspirándole al oído, pero siguen mirando al frente porque atrás sólo han dejado una tierra de nadie, otra más. Su tierra.

La Mara Salvatrucha, Los Zetas, la Compañía,… Desde hace tres años las denuncias por secuestros de inmigrantes tienen los mismos nombres y un mismo espacio: la ruta del Atlántico, que incluye Chiapas, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas. En estos estados se han perpetrado la mayor parte de los 10.000 secuestros de indocumentados que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) registró entre septiembre de 2009 y febrero de 2010. “Más del cincuenta por ciento de los ingresos brutos anuales de estas bandas criminales viene de contrabando, piratería, secuestro, corrupción, pornografía, trafico de personas… La droga es sólo una pantalla, sobre todo si hablamos de un grupo como Los Zetas”, afirma en entrevista el asesor de Naciones Unidos para asuntos de narcotráfico, Edgardo Buscaglia.

Ni las descripciones de los testigos, ni las decenas de denuncias de distintas organizaciones parecen inmutar a las autoridades migratorias mexicanas. La propia CNDH estimó que los carteles de la droga obtienen 25 millones de dólares semestralmente sólo por secuestros en los que hacen pagar a la familiares entre 2000 y 3000 dólares por la liberación del inmigrante. Pero la trata de personas tiene otras variantes. A veces comercian con menores de edad para explotarlas sexualmente en los cientos de tugurios que se extienden por la frontera sur, les obligan a vender cigarrillos por las calles de Tapachula o, sencillamente, les obligan a apretar un gatillo si son miembros de una pandilla en los cinturones de miseria del Distrito Federal. Todo a la luz del día.

No es extraño que en México aparezcan cadáveres amontonados en algún punto del país. En el mes de mayo encontraron 55 cerca de la ciudad de Taxco, al sur de México; 51 más aparecieron en el mes de julio en distintas fosas distribuidas por el estado de Nuevo León, al norte. Pero la última matanza no sólo sorprendió por el número de muertes.
Lo que más ha indignado ha sido conocer el origen de las víctimas: 72 migrantes en busca del sueño americano.
http://elgachumoises.blogspot.com/2010/08/72-vidas-por-un-sueno.html