26 noviembre 2016

Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana





 


Fidel Castro, icono revolucionario que trajo la Guerra Fría al hemisferio occidental en 1959 y desafió a Estados Unidos, murió el viernes 25 de noviembre del 2016 según anunció la televisión estatal. Tenía 90 años.

Su muerte ocurre después de que el presidente Barack Obama sorprendiera al mundo al ordenar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y la apertura de la embajada en La Habana por primera vez desde el final del gobierno del Presidente Dwight D. Eisenhower en 1961.

El secretario de Estado, John Kerry abrió la primera embajada estadounidense en territorio cubano en más de 50 años en agosto de 2015 y el papa Francisco se reunió con el mandatario cubano durante su visita a la isla en septiembre de ese año.

Fidel mantuvo el poder mucho más tiempo que ningún otro líder de cualquier país, con excepción de la reina Isabel II. Se convirtió en una figura internacional cuya importancia en el siglo XX excedió con creces lo que se podría haber esperado del jefe de Estado de una nación en una isla caribeña, con una población de 11 millones de personas.


El impacto de Castro fue presagiado horas después de su entrada triunfal a La Habana, a bordo de un Jeep, el 8 de enero de 1959. En ese momento se consolidó la destitución de Fulgencio Batista, cuando Fidel dio su primer discurso ante cientos de miles de admiradores en el cuartel militar del dictador vencido.

Castro apareció en primer plano, hablando con firmeza y pasión hasta el atardecer. Al final, se liberaron palomas blancas como símbolo de la nueva paz en Cuba. Cuando una de ellas aterrizó en Castro, posándose sobre su hombro, la multitud estalló, coreando: “¡Fidel! ¡Fidel!”. Para muchos de los cubanos reunidos allí, cansados de la guerra, y para aquellos que lo observaban por televisión, fue una señal de que su joven líder guerrillero estaba destinado a ser un salvador.

Ostentaba el poder como un tirano, controlaba cada aspecto de la existencia en la isla; era el “Líder Máximo” de Cuba. Montado en un tanque de guerra cubano, encabezó la defensa de su país en Bahía de Cochinos. Castro decidía infinidad de detalles, desde la elección del color del uniforme que los soldados cubanos vestirían en Angola hasta la supervisión de un programa para criar una superraza de vacas lecheras.

Pero lo que los mantuvo a él y a su gobierno totalitario en el poder por tanto tiempo fue mucho más que la represión y el miedo. Castro tenía admiradores y detractores por igual, en Cuba y alrededor del mundo. Para muchos, era un déspota implacable que pasaba por encima de derechos y libertades; otros tantos lo alababan como lo hicieron las multitudes aquella primera noche, como un héroe revolucionario para la posteridad.

En febrero del 2008, Castro se retiró formalmente del poder y Raúl Castro fue nombrado presidente por la Asamblea Nacional.

Al ceder el poder a su hermano, quien desde hacía muchos años se había desempeñado como su ministro de Defensa, Castro de nuevo cultivó la ira de sus enemigos en Washington. Funcionarios estadounidenses condenaron la transición argumentando que prolongaba una dictadura.

Castro fue, posiblemente, el líder más importante de América Latina desde las guerras de independencia de principios del siglo XIX; y sin duda quien más influencia tuvo en la historia cubana desde José Martí —el héroe de Castro y quien luchó por la independencia de Cuba a finales del siglo XIX—. La Revolución castrista transformó a la sociedad cubana y tuvo un impacto mucho mayor en toda la región que el de cualquier otra insurrección latinoamericana del siglo XX, con la posible excepción de la Revolución mexicana de 1910.

Esa imagen lo convirtió en símbolo de la revolución en todo el mundo y en inspiración para muchos imitadores. El fallecido Hugo Chávez, de Venezuela, vio en Castro a su padrino ideológico. El subcomandante Marcos, el líder del mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional, comenzó su revuelta en las montañas del sureste de México en 1994, imitando muchas de las tácticas de Castro.

El desafío de Castro hacia Estados Unidos lo convirtió en modelo de la resistencia latinoamericana y de otras partes, con su barba tupida, su habano y su ropa militar verde como símbolos universales de la rebelión.

Durante muchos años, Castro concedió cientos de entrevistas y conservó la capacidad de hacer que la pregunta más comprometedora siempre estuviera a su favor. En una entrevista de 1985 efectuada por la revista Playboy, le preguntaron a Fidel qué respondía a la descripción del presidente Ronald Reagan de él como un dictador militar despiadado.

“Vamos a pensar en su pregunta”, dijo Castro jugando con su entrevistador. “Si ser un dictador quiere decir gobernar por decreto, entonces podría usar ese argumento para acusar al papa de ser un dictador”.

Y así devolvió la pregunta a Reagan: “Si su poder incluye algo tan monstruosamente antidemocrático como la capacidad de ordenar una guerra termonuclear, les pregunto yo: ¿Quién es más como un dictador: el presidente de los Estados Unidos o yo?”.

21 noviembre 2016

Violencia contra la mujer, pandemia global

Violencia contra la mujer, pandemia global 

por: Mauricio Farah
25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La violencia contra las mujeres es la mayor pandemia del mundo. Ninguna otra se le compara porque las pandemias pueden extenderse por amplias zonas, pero no están en todas partes, y porque aunque sus periodos son largos ninguna está presente todo el tiempo.

Infortunadamente, la violencia en contra de las mujeres se aferra con ánimo de perpetuarse. Podemos, debemos, evitarlo.

Según datos de la ONU, 70 de cada 100 mujeres sufren algún tipo de ataque sexista en su vida.

El gran movimiento por el rechazo a la violencia machista, la cotidiana y disfrazada de broma, la ofensiva y revestida de insultos, la grave y convertida en ataque, y la extrema que arrebata la vida, debe expresarse con la mayor energía y mantenerse en pie hasta que cesen los atentados en contra de los derechos y la dignidad de las mujeres.

Y debe ser respaldado por todos, mujeres y hombres unidos en una misma causa, con independencia de edad, oficio, etnia y lugar. En la mayoría de los países es clara la tendencia al aumento de agresiones y feminicidios. Es urgente poner freno a esta violencia. Sería absurdo esperar a que la estadística de la muerte crezca para contenerla.

Debe cerrarse el paso a la minimización, a la apatía, a los argumentos defensivos de las autoridades o a las explicaciones acerca de lo complejo del desafío. Todo eso ya se sabe. Lo que importa es encontrar cómo sí es posible acabar con el desprecio por la integridad física, la vida y los derechos de la mujer.

Hay que premiar los comportamientos honestos y reprobar los abusivos; reconocer en las escuelas aquellas conductas que revelan respeto y corregir las que acosan, insultan y agreden; fortalecer la relación cordial y señalar las expresiones y las acciones discriminatorias.

Es necesario contar con un entorno de armonía y erradicar el actual estado de cosas en el que se han “normalizado” los insultos en las calles, los abusos en los transportes públicos, los acosos en escuelas, oficinas y fábricas, como si las mujeres tuvieran que vivir siempre en medio de ofensas veladas, molestias sistemáticas, amenazas permanentes.

Es indispensable que los Estados cuenten con mecanismos de protección eficientes, que garanticen la vida en paz, sin sobresaltos, sin agobios sexistas, sin contrariedades frecuentes, sin que ninguna mujer vuelva a tener que denunciar, como se leía en una cartulina en una manifestación de la Ciudad de México: “Desde niñas todas sufrimos acoso sexual”.

Es sabido que la impunidad es detestable aliciente para que el delito se perpetúe y se incremente. Lo sabemos, pero ello no nos ha llevado a abatirla. Hacen falta voluntad política, compromiso, sensibilidad y eficacia para acabar con ella.

La misoginia es una expresión que tiene su soporte en costumbres y contextos culturales que debieran haber sido superados desde hace mucho tiempo. Tenemos que lograrlo ahora.

Por todas las mujeres, por todos sus derechos.

Y por la dignidad social y el respeto como norma de conducta, único camino por el que podemos alcanzar la justicia, la equidad y la armonía.


Twitter: @mfarahg
Fuente: http://www.razon.com.mx/spip.php?article328572